Nosotras – la abeja y yo –
vivimos
para los licores exquisitos –
No todo es vino del Rin – para
nosotras –
La vida también tiene su
cerveza –
Sin embargo, son muchas las
canciones
de triste Borgoña – que
entonamos –
para darnos ánimo – cuando
los vinos faltan –
¿Nos embriagamos?
Pregúntales a los tréboles
chispeantes.
¿Peleamos con nuestra esposa?
Yo – nunca me casé –
y la abeja – bebe porque su
propia esposa la invita –
en recipientes minúsculos –
esplendorosa – como la trenza
– de su lúcida cabeza –
Mientras el Rin corre –
ella y yo – nos regocijamos –
primero – con el barril – y
por último
con frutos de la vid –
Al mediodía – durante nuestra
última copa –
somos halladas muertas – de
néctar –
por un abejorro con corona
en algún lejano campo de
tomillo.
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