En harapos misteriosos
como estos
avanzan los
resplandecientes miembros de la corte,
lamentando la púrpura y
las plumas –
lamentando ese armiño.
Sonrientes cuando piden
limosna
delante de alguna puerta
eminente –
Sonrientes cuando
caminamos descalzos
sobre su suelo dorado.
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