A todos nos está
destinada una dignidad –
en una mitrada tarde –
Nadie consigue evitar esa
púrpura –
nadie evadir esa corona.
Asegura carruaje, y
siervos –
habitación, y
propiedades, multitudes –
y campanas, también, en
la aldea,
mientras realizamos el
recorrido de modo majestuoso.
Qué criados tan solemnes.
Cuánto servicio cuando nos
detenemos.
Cuánta lealtad cuando
alzan sus cien sombreros
al marcharnos.
Cuánta pompa superior al
armiño
cuando humildes, tú y yo,
presentamos nuestro
modesto blasón
y exigimos el privilegio
de morir.
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