Su otro nombre es Arturo.
Yo lo denominaría Estrella.
Es abyecto que la ciencia
llegue e interfiera.
Aplasté a un gusano el
otro día.
Un sabio que pasaba por
allí
murmuró “Resurgam” –
“Centípedo”,
“Oh, Señor, qué frágiles
somos”.
Arranco una flor de los
bosques –
Un monstruo con un lente
cuenta en un soplo los
estambres –
Y la clasifica.
Mientras yo atrapaba a la
mariposa –
antes de tiempo, entre mi
sombrero –
él se aposentaba rígido
en gabinetes –
ya olvidadas las
campanillas del trébol.
Eso que alguna vez fue
Cielo
ahora es “cenit” –
El lugar donde me
proponía ir,
cuando la breve mascarada
del tiempo concluyera,
ya ha sido explorado y
cartografiado.
Qué pasaría si los Polos
saltaran
y se pararan en la
cabeza.
Espero estar lista para
lo peor –
no importa lo que ocurra.
Quizás el reino de los
cielos ha cambiado.
Espero que allá los niños
no sean de nueva usanza
cuando llegue –
ni que se queden
mirándome – burlándose de mí –
Espero que el Padre en
los cielos
alce a su niñita –
anticuada – traviesa –
todo –
por encima del escaño de
perla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario