sábado, 9 de enero de 2016

67



Demorándose hasta que ella dejó de saber –
Demorándose hasta que dejó su amoroso pecho
en el chaleco de nieve que le pertenecía.
Una hora después del efímero aliento –
Justo una hora después de la muerte –
Oh, Ayer rezagado.

Si ella hubiera podido vaticinar qué sucedería –
Si un pregonero de la alegría
hubiese trepado la distante colina –
Si la dicha no tuviera un ritmo tan lento
quién sabe si ese rostro derrotado
no permanecería aun invicto.

Si alguien puede quedarse allí,
olvidado por la Victoria
en su ronda imperial –
muéstrale esta humilde, ataviada cosa
que no logra abandonar su condición de rey

dudoso de si será coronado.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario