Demorándose hasta que
ella dejó de saber –
Demorándose hasta que
dejó su amoroso pecho
en el chaleco de nieve
que le pertenecía.
Una hora después del
efímero aliento –
Justo una hora después de
la muerte –
Oh, Ayer rezagado.
Si ella hubiera podido
vaticinar qué sucedería –
Si un pregonero de la
alegría
hubiese trepado la
distante colina –
Si la dicha no tuviera un
ritmo tan lento
quién sabe si ese rostro
derrotado
no permanecería aun
invicto.
Si alguien puede quedarse
allí,
olvidado por la Victoria
en su ronda imperial –
muéstrale esta humilde,
ataviada cosa
que no logra abandonar su
condición de rey
dudoso de si será
coronado.
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