Toda cubierta de astuto
musgo,
toda poblada de maleza
se encontraba la pequeña
jaula de Curree Bell
en la apacible Haworth.
Este pájaro – al observar que
otros
se retiraban hacia lejanas
latitudes
cuando las heladas se
tornaron muy recias –
en silencio hizo lo mismo.
Pero al regresar tomó un
sendero diferente –
Pese a que las montañas de
Yorkshire son verdes –
no en todos los nidos que he
encontrado –
el ruiseñor puede ser visto –
Experimentada en muchas
trashumancias –
Getsemaní puede atestiguar
por medio de qué angustia
extática
ella alcanzó el Asfódelo.
Suaves caen los sonidos del
Edén
en su oído perplejo –
Qué atardecer para el cielo
cuando Charlotte Brontë entró
allí.
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