Los poetas cantan, además
del otoño,
unos cuantos días prosaicos,
un poco esta parte de la
nieve
y este trozo de la bruma;
unas cuantas mañanas
incisivas –
unas pocas, ascéticas
vísperas –
Concluidos – la vara
dorada del señor Bryant
y los papeleos del señor
Thompson –
se encuentra, callado, el
estruendo del arroyo,
selladas las valvas con
especias.
Dedos bajo hipnosis tocan
suavemente
ojos de muchos elfos –
Tal vez una ardilla se
quede –
a compartir mis
sentimientos –
Concédeme, Señor, una
mente soleada –
para sobreponerme a tu
voluntad,
que es semejante a los
vientos.
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