jueves, 28 de enero de 2016

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Una dama roja, entre la colina,
guarda su secreto anual.
Una dama blanca duerme
en el campo, entre chintz y lirio.

Límpidas brisas barren –
con sus escobas
valle, colina y árbol –
Les suplico me digan,
mis hermosas amas de casa,
¿quién puede ser la esperada?

Los vecinos todavía no sospechan.
Los bosques intercambian sonrisas.
También el huerto, el ranúnculo y el pájaro
en este pequeño instante.

Y, no obstante, cuán sosegado permanece el paisaje.
Cuán tranquilo el seto.
Como si la resurrección
no fuera muy extraña.  

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