Quizás te gustaría
comprar una flor.
Sin embargo, yo jamás la
vendería –
Si quieres, puedes
pedirla prestada.
Hasta que el narciso
desate su capota amarilla
bajo el portal de la
aldea,
hasta que las abejas
desde las hileras del trébol
extraigan su vino y su
jerez,
sólo hasta ese momento
te la prestaré.
Pero ni una hora más.
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